El 27 de junio de 2023 se publicó en el diario oficial de Chile el decreto que identifica las áreas con valor científico y de investigación para la observación astronómica. Además, se espera la pronta publicación de la nueva norma lumínica del país, la que extiende la protección de tres regiones a todo el territorio. Lo anterior, en conjunto, busca disminuir la contaminación lumínica para la investigación astronómica y el cuidado de la biodiversidad.
Chile es conocido mundialmente por la calidad de sus cielos oscuros, los que, al encontrarse sobre el desierto de Atacama, se mantienen despejados y estables. Por esto, es actualmente potencia astronómica debido a que cerca del 40% de la infraestructura creada para estudiar el Universo está en su territorio. Para 2030, según la Sociedad Chilena de Astronomía, este número aumentará a 55%.
Sin embargo, esta condición privilegiada está amenazada debido al rápido crecimiento de la iluminación artificial en ciudades, carreteras y faenas mineras. Si en el pasado un observatorio astronómico ubicado en el medio del desierto de Atacama a más de 2500 metros de altura, como el Observatorio Las Campanas de la Institución Carnegie para la Ciencia, podía funcionar en completa oscuridad, hoy existen indiscutibles focos de luz artificial brillando durante toda la noche en el horizonte.
Este exceso de luz artificial, en relación a la que realmente se necesita para iluminar, se conoce como contaminación lumínica y según una investigación publicada en enero de 2023 en la revista Science, aumenta aproximadamente un 10% al año en todo el planeta.
“El tema de la contaminación lumínica y su control afecta directamente la competitividad que tiene Chile como centro mundial del desarrollo de la astronomía. El desierto de Atacama siempre ha sido un lugar extremadamente oscuro, que tiene condiciones únicas para hacer observaciones astronómicas, pero el avance de esta contaminación, a la tasa rápida y acelerada que vemos actualmente, pone en riesgo la viabilidad de la operación de los observatorios astronómicos en los próximos 30 años”, menciona Guillermo Blanc, Director Asociado de Iniciativas Estratégicas para los Observatorios Carnegie y Las Campanas y Presidente de la Fundación Cielos de Chile, institución privada y sin fines de lucro cuyo fin esencial es proteger la calidad de los cielos nocturnos en el país.
El cielo nocturno es un patrimonio mundial que Chile debe cuidar, indica Blanc. “Tenemos el riesgo de perder el mejor, si no el único, lugar desde el cual se pueden realizar muchas observaciones para entender y conocer el Universo”, enfatiza.
Esta situación preocupa a la comunidad científica presente en el país, quienes desde finales de los años 90 han abogado por la aplicación de normas estrictas para evitar la proliferación de la contaminación lumínica, junto con la publicación de la primera norma lumínica (DS 686) chilena en 1998.
Un gran paso en esta lucha significó la publicación en el Diario Oficial de Chile el 27 de junio de 2023, del decreto Núm. 43.586 que crea las áreas con valor científico y de investigación para la observación astronómica o "áreas astronómicas", abarcando un total de 31 de las 34 comunas presentes en las regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo.
Este cambio protege las condiciones privilegiadas para las nuevas áreas de interés de investigación astronómica, pero también tiene repercusiones fuera de esta ciencia. La contaminación lumínica impacta negativamente al ser humano, ya que, entre otras cosas, produce alteraciones del sueño. Pero además, diversos estudios indican que afecta de igual forma a la flora y fauna, por lo que también debe considerarse un contaminante del ambiente.
El camino hacia el decreto de zonas protegidas
“Chile reconoció la importancia de la astronomía al recibir a los observatorios extranjeros en su territorio en los años 60, otorgándoles privilegios especiales y también declarando zona de protección para efectos de la práctica minera a las propiedades, e incluso un poco más allá. Con el paso del tiempo la astronomía ha crecido en el país y es tan importante a nivel mundial, que se hace muy relevante seguir protegiendo esta actividad”, plantea Leopoldo Infante, Director del Observatorio Las Campanas, LCO, y representante legal de la Institución Carnegie para la Ciencia en Chile.
La protección de la oscuridad de los cielos es un tema que preocupa a la comunidad astronómica chilena, la que ha buscado diversas formas de sensibilizar a la comunidad y a las autoridades sobre la contaminación lumínica. En conjunto con los observatorios profesionales instalados en el país, han estado disponibles para dar información, datos y opiniones respecto de las medidas que debieran implementarse.
Al iluminar el cielo aumenta el ruido en las imágenes que obtienen los telescopios, lo que hace que sea más difícil detectar objetos débiles. “En el caso de LCO, el aumento de ese ruido es marginal hasta este punto, si lo comparamos con el efecto en otros observatorios, por ejemplo cerro Tololo, por la contaminación de la ciudad de La Serena. Sin embargo, la iluminación de la ruta 5 afectó bastante y puede ser peor en el futuro cercano dada la iluminación en las ciudades cercanas que continúan creciendo. Por lo anterior, ha habido cierta reticencia a desarrollar proyectos de gran envergadura en la zona”, afirma Infante.
En 2018 se comenzó a trabajar en la creación de una ley para aplicar regulaciones lumínicas más estrictas, cuya promulgación ocurrió un año después. Durante el proceso legislativo miembros de la comunidad científica como Eduardo Unda-Sanzana, académico de la Universidad de Antofagasta, Guillermo Blanc del Observatorio Las Campanas, y Pedro Sanhueza, director de la Oficina de Protección de la Calidad del Cielo del Norte de Chile (OPCC), defendieron la necesidad de este proyecto frente a las comisiones de medio ambiente de la Cámara de Diputados y del Senado. Finalmente, la ley 21.162 agrega a la lista de contaminantes la luminosidad artificial y exige la elaboración de un estudio de impacto ambiental en los proyectos que pudiesen generar contaminación lumínica en zonas con valor para la observación astronómica con fines de investigación científica.
Sin embargo, en esta ley no se indica cuáles son exactamente las zonas protegidas. Ese trabajo quedó en manos del Ministerio del Medio Ambiente, quien debía recomendar a la presidencia, a través de una comisión de expertos, cuáles eran las zonas a proteger.
Finalmente, esta comisión de astrónomos se creó en 2020 de la mano del nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnologia e Innovacion. Fue presidida por Eduardo Unda-Sanzana e integrada por Manuela Zocalli, académica de la Pontificia Universidad Católica de Chile; Ricardo Bustos, académico de la Universidad Católica de la Santísima Concepción; Amelia Ramírez, académica de la Universidad de La Serena, Rodrigo Reeves, académico de la Universidad de Concepción y María Teresa Ruiz, académica de la Universidad de Chile. Este grupo fue acompañado por Luis Chavarria, quien en ese entonces era astrónomo de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) y que hoy es representante en Chile del Observatorio Europeo Austral (ESO), y Paulina Assman, del ministerio.
En febrero de 2021, la propuesta fue enviada al Gobierno y, finalmente, el 27 de junio de 2023 se publicó la Norma que identifica las áreas con valor científico y de investigación para la investigación astronómica.
En esta nueva norma se protege un radio de 150 kilómetros alrededor de los principales observatorios astronómicos, identificando como “áreas astronómicas” 8 comunas en la región de Antofagasta, 7 en la región de Atacama y 14 en la región de Coquimbo.
“Este decreto pone en valor la vocación científica de los territorios de estas 29 comunas, generando las condiciones habilitantes para el desarrollo de la economía local a través de la ciencia y actividades afines. Se envía un mensaje claro de que como país estamos comprometidos en proteger nuestro patrimonio natural, y ofrece un modelo a seguir para otros países”, destaca Daniela González, Directora Ejecutiva de la Fundación Cielos de Chile. “Con la implementación de este decreto, Chile consolida su posición como líder mundial en el campo astronómico, reconociendo los esfuerzos de los científicos, las organizaciones sin fines de lucro y las personas apasionadas que han abogado por la preservación de nuestros cielos nocturnos. Al resguardar el cielo oscuro, defendemos el derecho de cada persona a conectarse con el espectáculo más cautivador de la naturaleza”, agrega.
Esta norma ha sido aplaudida por la comunidad científica nacional e internacional, pero el temor respecto de su incumplimiento se hace latente.
“El gran problema es la fiscalización. El estado de Chile no tiene suficientes recursos para fiscalizar de manera efectiva una norma lumínica. La Superintendencia de Medio Ambiente debe fiscalizar y sancionar, pero los programas que existen no son realmente efectivos y es difícil que lo sean en el futuro cercano”, afirma Blanc.
La Fundación Cielos de Chile busca ayudar en este punto realizando programas de concientización, educación y desarrollando proyectos de fiscalización ciudadana. La Institución Carnegie para la Ciencia, indica Leopoldo Infante, también está disponible para apoyar técnicamente las fiscalizaciones.
“Como observatorio no podemos hacer fiscalización directa, pero sí realizar mediciones del brillo del cielo sobre el observatorio para tener alguna capacidad de reacción respecto a cualquier fuente de contaminación cercana, y apoyar cualquier esfuerzo de fiscalización. Las empresas de cualquier tipo van a tener que realizar, de ahora en adelante, un estudio del impacto ambiental incluyendo la contaminación lumínica, en todas las áreas declaradas. Por lo tanto, estas empresas van a requerir el apoyo de agencias especializadas, y ellas, por supuesto, pueden apoyarse en el observatorio para adquirir sus datos”, manifiesta Infante.
Próximos pasos
En 2021, impulsado por científicos chilenos, entre ellos Guillermo Blanc, Eduardo Unda-Sanzana y Pedro Sanhueza, se realizó la revisión del decreto supremo 43 del Ministerio del Medio Ambiente que regula las normas lumínicas, creado en 2012. Este decreto, aún vigente, regla el color de la luz, la intensidad, la dirección, entre otras cosas, pero sólo en las regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo.
“Es bueno que existan restricciones pero tampoco son tan exigentes, principalmente en el tema del color de la luz. Cuando se hizo ese decreto la tecnología de luminarias led cálidas estaba muy atrasada. Entonces, no se exigió una luz tan cálida como se debió porque era poco factible en esa época. En esta revisión de norma se pidió extender una restricción similar a la que hoy existe en tres regiones de Chile, a todo el país, y pronto debería publicarse de manera definitiva”, enfatiza Blanc.
Esta revisión crea dos niveles de regulación. Uno, similar al existente hoy en las regiones de Atacama, Antofagasta y Coquimbo pero extendido a todo el territorio, y otro más exigente para las zonas protegidas. Este cambio, indica Blanc, es un reconocimiento a que la contaminación lumínica no solamente es un problema para la astronomía, sino que tiene impactos en la salud humana, en la eficiencia energética y en la biodiversidad. “Cuando se concrete la actualización Chile tendrá una de las mejores regulaciones lumínicas a nivel ambiental del mundo, con áreas protegidas y con restricciones exigentes sobre ellas”, agrega.
En la nueva norma lumínica se aportan antecedentes relacionados con la afectación a la biodiversidad y a la salud de las personas por efectos de la contaminación lumínica y la iluminación deficiente. “Dados estos antecedentes, incorpora a la biodiversidad como objeto de protección y extiende el ámbito de protección a todo el territorio nacional, aumentando las restricciones relacionadas con el espectro de emisión de las luminarias en las porciones del infrarrojo cercano, visible y ultravioleta cercano y fijando mayores exigencias en zonas de relevancia ambiental y astronómicas. Además, incorpora restricciones horarias para los alumbrados deportivos, publicitarios, además de los de carácter ornamental y decorativo. También mejora el control preventivo a través de nuevas restricciones a la comercialización de luminarias y el control de proyectos de alumbrado exterior a lo largo de todo el territorio nacional y prioriza la protección de los entornos naturales al dar menor plazo de adecuación de los parques de luminarias cuando se encuentren cerca de la zonas de relevancia ambiental”, manifiesta Pedro Sanhueza, ex-director de la OPCC, y asesor en temas lumínicos del Ministerio de Medio Ambiente.
“De concretarse en el corto plazo la actualización del DS N°43/2012 del Ministerio del Medio Ambiente, se establecerán regulaciones más estrictas sobre estas áreas respecto a la iluminación exterior -sus formas, magnitudes y horarios-, con el objetivo de reducir la contaminación lumínica y promover prácticas de iluminación responsables. Al implementar medidas integrales, el decreto ayudará a combatir los efectos perjudiciales de la iluminación excesiva. Esta nueva legislación combinada no sólo garantizará la observación ininterrumpida de nuestro universo, sino que también beneficiará la vida silvestre, la salud humana y la eficiencia energética”, enfatiza Daniela Gonzalez.
La contaminación lumínica, según Cristian Villagra, Doctor en Ciencias con mención en Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Chile, produce innumerables daños en animales y plantas. “Los daños incluyen muerte, lesiones, afectación de la nutrición, fisiología y desarrollo, cambios en el comportamiento y crecimiento y reproducción inoportunos. En plantas, la exposición a contaminación lumínica afecta gravemente sus ritmos biológicos (o circadianos) gatillando respuestas de estrés, acortando el tiempo de vida, reproducción y los recursos de tejido vegetativo, florales y frutos de los cuales dependen otros organismos”, explica Villagra, quien también es académico del Instituto de Entomología de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.
Por otro lado, agrega el científico, la exposición constante a la luz artificial durante la noche puede desregular los ritmos biológicos de los animales, incluyendo la reproducción, la alimentación y el descanso.
Respecto de la fauna, diversos estudios indican que la contaminación lumínica altera los patrones de comportamiento, los ciclos naturales y las interacciones ecológicas.
“Quizás lo más notorio y fácil de observar es que las luces artificiales afectan la relación entre las plantas y los polinizadores. Por ejemplo, las luces nocturnas en altura atraen a los insectos, alejándolos de las plantas y disminuyendo así la polinización, lo que incide en el éxito reproductivo. Otros impactos incluyen la alteración de sus ritmos estacionales y la habilidad de percibir y reaccionar después a la luz natural”, afirma Carolina Saavedra, Bióloga Ambiental y Encargada del Programa de Cultura Natural del Museo Interactivo Mirador, MIM.
Hay estudios que estudian el impacto de la contaminación lumínica en la avifauna de Chile. Saavedra destaca el realizado por la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile, quienes identificaron alrededor de 17 especies de aves marinas afectadas por la contaminación lumínica, entre las que ella destaca a la fardela blanca, una especie migratoria que nidifica en territorio chileno y que está clasificada como vulnerable.
“Es importante respetar al máximo las condiciones naturales de los hábitats de flora y fauna para evitar interrumpir sus procesos biológicos. En cuanto a la contaminación lumínica cabe destacar que la mejor forma de evitar cualquier impacto es prescindir de cualquier tipo de intervención que no sea estrictamente necesaria”, agrega Saavedra.
Lamentable, estos efectos no sólo son nocivos para las especies que reciben este exceso de luz artificial. “A nivel ecosistémico, los efectos de la iluminación en una especie dada pueden tener consecuencias para otras especies relacionadas ecológicamente, ya que dependen unas de otras para alimentarse, refugiarse o reproducirse”, recalca Villagra.
Mientras las luces artificiales inundan las ciudades y espacios urbanos, los efectos nocivos de esta forma de contaminación a menudo pasan desapercibidos. Sin embargo, la iluminación exterior descontrolada altera los ritmos naturales de luz y oscuridad, lo que, según numerosas investigaciones científicas, tiene importantes consecuencias para la flora y fauna de los ecosistemas. De ahí la relevancia y el gran avance de la nueva norma lumínica que pronto comenzará a regir en Chile.
“Esto no es solamente un tema astronómico. No solo es importante tener un cielo oscuro para la astronomía. La contaminación lumínica afecta al ecosistema, a los distintos entornos, por lo tanto la nueva norma me parece bastante consistente e integral en este sentido. Es decir, si tú proteges a la astronomía también estás protegiendo estos ecosistemas que viven en el nivel de la superficie en la Tierra. Para el ser humano también es importante esta protección. La iluminación nocturna se puede ver como un plus para la convivencia humana, pero también tiene sus problemas en la vida diaria, especialmente en la vida nocturna. Entonces, hay muchas aristas. Es un tema global”, reflexiona Leopoldo Infante.
Enlaces de interés:
- https://www.bcn.cl/leychile/navegar?idNorma=1133780
- https://www.bcn.cl/leychile/navegar?i=1150322
- https://www.diariooficial.interior.gob.cl/publicaciones/2021/04/23/42937/01/1931444.pdf
- https://www.science.org/doi/10.1126/science.abq7781