Chile es conocido mundialmente por la calidad de sus cielos oscuros, los que, al encontrarse sobre el desierto de Atacama, el lugar —no polar— más árido del planeta, se mantienen despejados y estables. Por esto, es actualmente potencia astronómica debido a que cerca del 40% de la infraestructura creada para estudiar el Universo está en su territorio. Para 2030, según la Sociedad Chilena de Astronomía, SOCHIAS, este número aumentará a 55%, en el rango óptico-infrarrojo.
Los astrónomos y astrónomas de Carnegie llegaron al país en los años 60, buscando una estación de observación en el hemisferio Sur que les diera acceso a las Nubes de Magallanes y el centro de la Vía Láctea. En 1968, el entonces director de los Observatorios Carnegie, Horace Babcock, se reunió con Eduardo Frei, Presidente de Chile en esa época. Esa reunión permitió que, en 1969, en un excelente sitio en lo alto de las montañas del desierto a 2400 metros sobre el nivel del mar, se estableciera el Observatorio Las Campanas, LCO. Las primeras luces de sus telescopios Swope y du Pont, reflectores de 1 y 2.5 metros, fueron en los años 1971 y 1977, respectivamente. Las incorporaciones más recientes fueron los telescopios gemelos Magallanes, Baade y Clay, reflectores de 6.5 metros —esfuerzo colaborativo de la Institución Carnegie, la Universidad de Arizona, la Universidad de Harvard, la Universidad de Michigan y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT)—, y destacados miembros de lo que fue la última generación de telescopios gigantes.

Telescopios Magallanes (Crédito: Yuri Beletsky)
“Llegué a LCO en el año 2002, como 'científica visitante' con una invitación por dos años. De ahí en más mi 'visita' se fue extendiendo hasta que por fin me incorporaron al staff como astrónoma residente. Siempre pensé que sería maravilloso trabajar en un observatorio moderno. El Observatorio de La Plata, donde estudié y trabajé la mayor parte de mi vida, posee instrumentos muy hermosos, pero de valor histórico, y el cielo de la ciudad no es adecuado para la observación astronómica. Las Campanas es un lugar magnífico para alguien que disfrute de la astronomía observacional”, comenta la científica argentina Nidia Morrell. “LCO es mi hogar, me siento más en casa allí que en ninguna otra parte. Me encantan los telescopios con todos sus instrumentos, el silencio, la vida silvestre, todo”, agrega.
En LCO trabajan alrededor de 100 personas. Gran parte de ellos son ingenieros, técnicos, astrónomos y personal de apoyo. Según Leopoldo Infante, Director de LCO, el observatorio es una gran comunidad que tiene un solo objetivo: desarrollar ciencia de primer nivel.
“Somos un observatorio que provee operación de varios telescopios, en sociedad con otras instituciones, y que está preocupado también del desarrollo de la astronomía en la institución Carnegie y en el mundo. Hay observaciones regulares 364 noches al año, en base a proyectos de observación aprobados por un comité. A esos proyectos se les asigna tiempo de telescopio en alguna noche del año, 2 o 3 noches en promedio por proyecto. Cuando llega la fecha, ese telescopio queda a disposición del astrónomo a cargo de la investigación. Esa noche, el personal técnico y científico del observatorio está a disposición de ese programa, que se ejecuta tal como el astrónomo necesita que se haga”, explica Infante, astrónomo chileno y Director de LCO desde 2017.
Así como otros observatorios en Chile, LCO pone a disposición de la comunidad astronómica chilena un 10% del tiempo de observación, en todos los telescopios e instrumentos. Esto es parte de un acuerdo con el Gobierno del país, como retribución por instalarse en dicho territorio.
Además de los telescopios Swope, du Pont y Magallanes, LCO alberga diversos proyectos asociados que son liderados por instituciones externas. Estos proyectos aprovechan las excelentes condiciones que ofrece el sitio, para poder realizar ciencia de punta. Uno de ellos es el Giant Magellan Telescope, GMTO, un telescopio extremadamente grande, parte de la próxima generación de telescopios y actualmente en construcción en el cerro Las Campanas. Estará formado por 7 segmentos de espejo, con un área óptica total de 24.5 metros de diámetro. El proyecto está siendo desarrollado por un consorcio internacional de universidades e instituciones de investigación.
¿Cuál va a ser el rol que va a jugar LCO en ese contexto de los grandes telescopios?
“Hay una serie de observaciones que no se podrán hacer con ellos pero si con telescopios medianos, como serán considerados los Magallanes en ese momento, por ejemplo. Esto se relaciona con el seguimiento de fenómenos u objetos astrofísicos, así como el seguimiento de los grandes descubrimientos que se harán con los telescopios grandes. Además, LCO está en un lugar privilegiado para hacer astronomía, por lo que hay mucho interés por instalarse en el sitio con instrumentos, los que luego harán el follow up de la ciencia que se está haciendo”, puntualiza Infante.
¿Qué distingue a LCO de otros observatorios presentes en Chile? Según Infante, básicamente es la calidad del lugar y algunos aspectos técnicos de los telescopios e instrumentos construidos para ellos. Por diseño, a diferencia de otros, el área que los telescopios observan en el cielo es mayor. Otro aspecto que distingue a los telescopios Magallanes de otros en el mundo es que tienen varios instrumentos disponibles para los astrónomos durante la noche. “El astrónomo puede usar dos o tres instrumentos durante la noche, simplemente cambiando de uno a otro, ya que están calibrados, listos para ser usados. En la mayoría de los telescopios equivalentes en el mundo, se puede usar solo un instrumento, disponible durante esa noche para hacer ciertas observaciones.”, agrega Leopoldo Infante.
Observaciones destacadas
En el siglo XX, la expansión del Universo, descubierta por E. Hubble utilizando el telescopio Mount Wilson de Carnegie, marcó un antes y un después. En el siglo XXI, un equipo de cuatro astrónomos de Carnegie obtuvo la primera observación de una colisión de dos estrellas de neutrones, abriendo la puerta a una nueva era en astronomía. Los científicos de Carnegie fueron alertados de este evento gracias al Observatorio de Ondas Gravitatorias por Interferometría Láser (LIGO), que detecta ondas en el espacio-tiempo causadas por eventos cósmicos lejanos. Gracias a una rápida respuesta, la observadora de turno, Natalie Ulloa, de la Universidad de La Serena y actualmente parte del staff de LCO, se transformó en el primer ser humano en observar una fusión de estrellas de neutrones, convirtiendo a Swope en el primer telescopio en observar la contraparte óptica de una fuente de ondas gravitacionales.
Sin duda, Carnegie y el Observatorio Las Campanas han sido actores relevantes para el desarrollo de la astronomía a nivel mundial.
En 1984, el Dr. Bradford A. Smith, de la Universidad de Arizona, y el Dr. Richard J. Terrile, del Laboratorio de Propulsión a Reacción (JPL) de la NASA, utilizaron el telescopio du Pont junto a un coronógrafo y una cámara CCD para tomar, por primera vez, una imagen de un disco circunestelar. Es decir, las primeras observaciones de planetas extrasolares se hicieron desde LCO.
En febrero de 1987, el astrónomo Ian Shelton y el Especialista en Instrumentos y Operaciones de LCO Oscar Duhalde descubrieron una supernova brillante en la Gran Nube de Magallanes, cuando estaban observando en LCO. Esta supernova, uno de los descubrimientos más importantes para la astronomía moderna y nombrada como SN 1987A, fue el objeto de este tipo más cercano que se haya visto desde la invención del telescopio, y su gran brillo permitió observarla a ojo desnudo.
El agujero negro supermasivo más lejano observado hasta ahora fue detectado en 2018 por un equipo liderado por el astrónomo chileno Eduardo Bañados, ex Carnegie, y las observaciones de confirmación y seguimiento fueron hechas desde el telescopio Baade. “¿Por qué esto es importante? por que la teoría se ha tenido que ir acomodando para poder explicar como se formó un agujero negro tan rapido en el Universo, cuando no tenia mas de mil 800 millones de años”, explica Leopoldo Infante.
Nidia Morrell también destaca el proyecto Carnegie Supernova Project, (CSP, conocido actualmente como POISE, por Precision Observations of Infant Supernova Explosions) en el que ella participó junto a Mark Phillips, ex director de LCO y actual Director Emerito. Este proyecto proporcionó fotometría y espectrofotometría de una gran muestra de supernovas tomadas en sistemas telescopio/filtro/detector bien comprendidos y caracterizados.
“También creo que son importantes las investigaciones de estrellas masivas, sobre todo en las Nubes de Magallanes, que realizo en colaboración con Phil Massey, de Lowell, y entre otras cosas interesantes nos llevaron a encontrar una clase de estrellas Wolf-Rayet desconocida hasta ese momento: las WN3/O3, que todavía muchos investigadores estamos tratando de comprender. Para nombrar un proyecto más por el que tengo un cariño especial, menciono el OWN (Seguimiento de estrellas O y WN Galácticas), también dedicado a estrellas masivas, con el objetivo de estudiar sus parámetros fundamentales y determinar su multiplicidad. Ese proyecto fue iniciado en colaboración con Rodolfo Barbá, y desde que por desgracia perdimos a Rodolfo, es liderado por Roberto Gamen. Muchas noches observamos con el espectrógrafo échelle de du Pont, aproximadamente entre 2006 y 2020. Además, el proyecto incluye observaciones de otros telescopios de 2 metros en Argentina y Chile”, agrega la científica.
Hace algunos días, todos los medios del mundo reprodujeron la noticia de que el Centro de Planetas Menores de la Unión Astronómica Internacional reconoció el descubrimiento de una nueva luna de Urano, así como dos nuevas lunas de Neptuno. En este hallazgo participó Scott S. Sheppard, de Carnegie Science, quien utilizó los telescopios Magallanes para encontrar la más brillante de las dos lunas neptunianas recién descubiertas.
¿Cuál es el futuro de la astronomía y cuál es el aporte de LCO en él?
“Eso es difícil de decir, pero siento que soy de los últimos astrónomos que suben a las montañas para observar. A propósito, leí hace poco el libro que Emily Levesque escribió sobre el tema: 'The last stargazers'. El futuro, pienso yo, va más por el lado de las observaciones remotas y en modo cola, con astrónomos que sin salir de sus lugares de trabajo reciben y analizan la información. Y mucho procesamiento automático (en gran parte, ya disponible) para poder analizar grandes cantidades de datos con poca intervención humana. La posibilidad de observaciones remotas ya existe en Las Campanas, y supongo que va a ser cada vez más usada. Los telescopios de Las Campanas desempeñan un papel muy importante en la astronomía moderna, y con todos los instrumentos nuevos que hay en desarrollo para ellos, no cabe duda de que eso va a ser así por muchos años”, finaliza Morrell.